Los tiempos de las personas

Después de terminar mi rotación por CSM he transitado un tiempo de muchos cambios. Llevo meses queriendo escribir algo; sobre el ecuador de la residencia, sobre la marejada que me ha sobrevenido, sobre como pese a tanto vaivén me he ido encontrando cada vez mejor. Y sin embargo no ha sido hasta hoy, hasta ahora, que me he podido parar en frente del ordenador y sentarme a escribir estas palabras.

Podría hablar acerca del paso a R3, de mi situación, de las teorías que he aprendido, de las rotaciones en las que he estado. Pero hoy quiero hablar sobre los tiempos de las personas. Y hablo de personas, en plural, incluyéndome a mi, a la gente que me rodea, a las personas que atiendo, a quien me lea. 

Creo que en estos dos años que llevo en Alcalá mi gran aprendizaje ha sido adquirir un profundo respeto por los tiempos de cada persona. No ha sido una ocurrencia propia, sino que me ha venido dado gracias a la gente con la que comparto mi quehacer cotidiano. Y, por supuesto, que ha llegado a su debido momento.

Quizás en ocasiones en la terapia (y en la vida) haya tenido la fantasía de ser relojero. La pretensión de creer que se pueden mover las manecillas propias o de los otros y ajustar la hora a conveniencia. Apretar tuercas, forzar cambios o "dar en la tecla".

Hoy pienso en mí. En el tiempo que necesité estar sólo con mis libros. En el tiempo que necesité para entender,  el tiempo en el que pude recibir ayuda. Los meses que he necesitado para poder escribir estas líneas. Miro atrás y pienso en muchas más cosas. Tiempos de estar mejor o peor. El tiempo que necesité para salir del armario. Y no creo que hubiese terapeuta, relojero o compañero que pudiese haber forzado ninguno de esos momentos.

Pienso en la gente que me rodea. En las vidas de compartimos y sus etapas. Momentos de cercanía, momentos de distanciamiento. Temporadas de risas y temporadas de silencios. Me acuerdo de mis amigas. De cómo están, de cómo estarán, de como han estado. Cuando se graduaron, cuando empezaron ese nuevo proyecto, cuando se marcharon a otra ciudad, cuando decidieron quedarse. 

Pienso en mis compañeras de residencia. Los momentos de ilusión, los de decepción, y los de resignación. Los de quedar para cenar y los de no vernos. "Tía, estoy agobiadísima" "Voy poco a poco mejor" "Que se acabe ya" "De verdad que no puedo". El tiempo que necesitamos para ubicarnos, colocarnos y entendernos. Y a veces hasta para desentendernos.

Y, por supuesto, pienso en los tiempos de las personas que atendemos. En sus procesos, tan diversos como las franjas horarias. En los momentos de dudas, en los momentos de cambiar, en los momentos de retroceso. Épocas de estar mejor y épocas de estancamiento. Cambios bruscos y vidas que transcurren de manera indomable. Pienso en los acercamientos, las despedidas, los abandonos, los reencuentros.

No quisiera transmitir que a uno sólo le queda sentarse frente al reloj a esperar que llegue mañana. Tan sólo reconciliarnos con la idea de que quizás no podamos hablar de un tiempo, sino de los tiempos. Que en ocasiones se sincronizan de manera prodigiosa, y en otras sólo podemos acompañar hasta que amanezca el día siguiente. Que a veces resultan largos y tediosos, y a veces tan fugaces que apenas podemos saborearlos. A veces se cuentan las horas y a veces se pasan los días. Y quizás lo más sensato sea poder venerar silenciosamente cada uno de nuestros momentos. E intentar apoyarnos en la medida que podemos.

En fin, que con tanto tiempo se me hace tarde. A quien me lea le mando un abrazo, que pueda llegar a su debido tiempo.

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