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Retrato de Fuera hacia Dentro

Buenos Aires. Una calle concurrida en Palermo. Los coches pasan sin parar, recordándonos que la ciudad no es nuestra, que no nos pertenece Buenos Aires. Una tarde lluviosa de jueves. Los truenos acechando en la esquina de cada minuto. Una invitación a permanecer en el departamento a lo largo de esta jornada. El cielo recordándonos que nos encontramos a su capricho y que, efectivamente, la ciudad no nos pertenece. Buenos Aires. El edificio que visito a lo largo de los días. También me pregunto si este edificio me pertenece. Las paredes húmedas permanecen en silencio, las sillas vacías desconocen la respuesta. Buenos Aires. Mi amiga Patri escribe con entereza y dedicación, María trata las palabras con la misma dulzura con la que se acerca a nosotras. Jacobo escribe en un lenguaje que a veces no entiendo, pero que comprendo de alguna manera que no consigo historiar. De ellos si que no tengo duda; me pertenencen. Me pregunto si les ocurrirá lo mismo. Si les atraviesa esa misma certeza de p

2023. Crónica de unos pendientes

Dudaba entre si llamarlo Crónica o Clínica. La crónica es pública, en abierto. Se recogen los detalles, los actores, el suceso. Siempre a toro pasado. La Clínica, sin embargo, es íntima, a puerta cerrada. La clínica no tiene fin, porque siempre se reactualiza, se renombra, se dan nuevos cambios, se traslada. La clínica no dispone de grandes titulares, se asienta en lo cotidiano. Y es ahí, en esa cotidianidad, donde ocurre la magia. El caso es que la crónica de este año se resume en unos pendientes. No unos cualquiera, claro; los que están en mis orejas. Primero en la izquierda, luego en la derecha. Empezó como idea tímida, un probar, un ver-qué-pasa. Un acto de pacto inscrito sobre el cuerpo y firmado con la misma piel que me envuelve. Porque los pendientes, como el cambio, implican una perforación de lo existente. Que no eliminación, ni destrucción. Perforación. Un tanto incómoda. En el lugar adecuado. Abrir paso, que corra el aire. Salir de fórmulas ya sobreactuadas. Empezó, como dec

Los tiempos de las personas

Después de terminar mi rotación por CSM he transitado un tiempo de muchos cambios. Llevo meses queriendo escribir algo; sobre el ecuador de la residencia, sobre la marejada que me ha sobrevenido, sobre como pese a tanto vaivén me he ido encontrando cada vez mejor. Y sin embargo no ha sido hasta hoy, hasta ahora, que me he podido parar en frente del ordenador y sentarme a escribir estas palabras. Podría hablar acerca del paso a R3, de mi situación, de las teorías que he aprendido, de las rotaciones en las que he estado. Pero hoy quiero hablar sobre los tiempos de las personas. Y hablo de personas, en plural, incluyéndome a mi, a la gente que me rodea, a las personas que atiendo, a quien me lea.  Creo que en estos dos años que llevo en Alcalá mi gran aprendizaje ha sido adquirir un profundo respeto por los tiempos de cada persona. No ha sido una ocurrencia propia, sino que me ha venido dado gracias a la gente con la que comparto mi quehacer cotidiano. Y, por supuesto, que ha llegado a su

Puerto de Madrid: 21 meses en el Centro de Salud Mental

Dicen que en los puertos se condensa la vida de toda una ciudad. Desde primera hora de la madrugada hasta bien entrada la noche, la vitalidad de sus gentes inunda todo el ambiente y, como la sal en las rocas, se adentra en el corazón hasta del viajero más desmoralizado. Los puertos son, a la vez, un lugar eterno y un espacio de constante tránsito. Pese a las llegadas, las despedidas, las tormentas y las mareas, el puerto permanece como un bastión perenne cuyo espíritu alienta a quien parte a un destino incierto y acoge a quien retorna buscando cobijo tras un largo viaje. Puedo decir que he tenido la fortuna de conocer un puerto muy especial. Y digo especial porque se trata de un puerto sin mar. Aún recuerdo mi confusión al llegar. Ingenuamente, me preguntaba qué narices podría aprender alguien sobre navegación en un lugar tan alejado del océano. Sin embargo, con el paso de los meses, he podido entender por qué la suerte me trajo a un sitio tan particular. Y es que en este puerto, como

Elegir quedarse

 Desde el último post, y raíz de todas las conversaciones que tuve la oportunidad de tener al respecto, se me ha quedado flotando una idea en la cabeza; si me fuese a morir, dejaría la residencia y no me arrepentiría de ello. Quizá suene la obviedad más grande del mundo, pero el pensarlo seriamente se me hizo muy revelador. Cada vez que pienso en esto, me acuerdo de lo extraño que se me hizo escuchar poco después de llegar a la residencia a mi R4, Sara, plantearse hacer oposiciones de administrativa, o escuchar a Bea hablar de dejarlo e irse. Sin embargo, conforme voy avanzando en las rotaciones, lo que me extraña es el no haberme planteado antes esas otras posibilidades de vida. Puede que tenga que ver con lo complicado que es llegar aquí, con el sacrificio temporal y emocional que supone. Creo que para muchas de nosotras el PIR se presenta como una posibilidad tan remota y compleja que de las pocas cosas que ayudan a seguir transitando la oposición es ilusionarse con el caldero m

R2 - Gardado de partida

Imaxe
 Ola! Pois hai dúas semanas que a nosa xeración de PIRes pasamos a R2 e quería escribir algo sobre todo o que ten significado este último ano para min. A verdade é que non se moi ben que dicir porque dificilmente podo poñer en palabras todo o que ocorreu este ano. Ademais, recoñezo que toda reflexión que faga estas semanas está ineludiblemente tinguida por un tema que ocupa a miña cabeza: a morte. Durante as miñas coartadas prácticas da carreira, que lembro con moito cariño, o meu titor de prácticas agasalloume un libro de Yalom sobre terapia existencial. Naquel momento, que xa andaba opositando, decidín pospoñer a súa lectura ata estar un pouco menos ocupado (e penso, tamén, que un pouco máis preparado para poder comprendelo).  En calqueira caso, empecei a lelo hai unhas semanas e foi como desembazar unhas lentes e ver de súpeto o baleiro en fronte miña. Curiosamente, é un tema ao que no seu momento lle dera as súas voltas (lembro ter na porta do meu armario un pequeno texto que escri