Guille y el determinismo

 Quería empezar a escribir de vez en cuando mis cosas sobre la residencia, y me apetecía empezar por un debate que tuvimos hace un par de semanas y me pareció curioso.

Salí a pasear por el río con uno de mis compañeros de residencia, Guille. Empezamos a hablar sobre la libertad, a raíz de comentar el libro de Froxán sobre análisis funcional, en el que se defiende una postura determinista. Guille, que es muy hábil para el lenguaje, sacó una metáfora que fue guiando nuestra conversación a lo largo de la tarde: la vida es como un juego de póker, y a uno le vienen las cartas dadas. Con las cartas que tenemos intentamos jugar nuestra mejor mano, pero la suerte está echada por el contexto que nos rodea.

Por darle una vuelta, propuse que esto no tenía por qué ser así, ya que existiría una carta que nos permite cambiar el resto de cartas que tenemos. Creo que es algo muy común entre psicólogas el darnos cuenta de cómo estamos viviendo algún fenómeno que hemos estudiado (a mi me pasa mucho con el efecto espectador de Latané y Darley) y ello nos permite actuar más allá de las contingencias inmediatas de la situación. Pero claro, como apuntó Guille, esta carta también nos es dada por los demás. No hay manera de escapar al diestro croupier que es nuestro contexto.

Continuamos el debate un par de días después, y llegamos al acuerdo de que quizá la cuestión estaría en cómo definimos la libertad: si la pretendemos entender como el más absoluto libre albedrío, parece algo difícil de sostener. Si pensamos en ella como la capacidad para actuar más allá del contexto inmediato, como hacemos los humanos fundamentalmente a través del lenguaje, entonces es fácil llegar a un consenso. Aunque estuvimos de acuerdo con esta última propuesta, hay una parte de mí que piensa que hay algo más. Llamadme espiritista.

El caso es que todo este tema volvió a salir a raíz de una docencia que tuvimos sobre prevención del riesgo suicida. Me parece un tema peliagudo. Desde una perspectiva determinista, siempre seremos contexto, así que es difícil no actuar (siempre nos comportamos). Si conseguimos prevenir el suicidio, bien, sino, puede que simplemente no fuimos capaces de plantear otras alternativas de comportamiento no fuesen lo suficientemente apetitivas (muy simplista, pero se pilla el punto),

Si se entiende que es una libre elección, entonces cabría pensar en qué medida actuar para prevenir el suicidio va en contra de la autonomía (mi sensación es que hay un considerable número de ingresos involuntarios por este tema).

Mi dilema estaba un poco aquí, en cómo actuar en esta situación. Yo proponía como metáfora de guiar a un caballo; si queremos que vaya hacia un rancho, podemos espolearlo para que corra en la dirección que queremos (ingresos, contenciones) o podemos ponerle una zanahoria y que se acerque por su cuenta (acompañamiento). Sin embargo, en ambos casos estamos movilizando al caballo hacia el rancho; dirección que puede que no hubiese tomado si no estuviésemos ahí.

Total, que nos pasamos un buen rato debatiendo sobre caballos, zanahorias y espuelas, hasta que al final de la mañana Guille se acerca y sentencia con toda naturalidad "tú no te preocupes, porque al final también eres un caballo. Si previenes del suicidio será porque tu contexto te puso una zanahoria para que lo hagas". Y la verdad es que desde entonces no hemos tenido la necesidad de volver a sacar el tema.

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