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El amor no pasa nunca

Imaxe
A inicios de este año pasé un par de días en un monasterio con una persona muy querida. A la segunda mañana, me fijé en un cuadrito que colgaba de una de las estancias por donde pasábamos. Rezaba llanamente: “el amor no pasa nunca”.       Al verlo al principio, reconozco que me causó cierta incomodidad. Acababa de salir de una ruptura que me tenía bastante triste y al leer esas palabras sentí una pequeña quemazón en una herida que todavía estaba cicatrizando. Hablar de amar, del amor, me resultaba un ejercicio que remitía a un pasado anclado y que nada tenía que ver con el presente o lo futuro. Algo que debía permanecer sellado y sepultado como una reliquia para ser venerado por los siglos de los siglos. Días después, esta frase, que colgaba solemnemente del comedor donde nos reuníamos varias veces al día, terminó calando en cierta manera en mí. Le acabé echando una foto furtiva y me movilizó a considerar que, efectivamente, el amor no termina y hay siempre un nuevo enamoramien

Retrato de Dentro hacia Fuera

Saliendo. El rostro feliz, cansado, un tono pálido que no se termina de clasificar. La ropa ligera y cómoda, en su uso adecuado. Es un retrato del movimiento. Escrito en brochazos que aún están aprendiendo. No hay elementos majestuosos, detalles trabajdos ni juegos de colores finos. Tan sólo la vitalidad del torpe movimiento. No tiene un fin, ahora lo veo. Porque su propia constitución está incompleta... Invita a entrar En los brochazos, manchones de pintura, desproporciones, también bonitos, el mar. Me veo caminando a la orilla del mar, en la arena. Me veo en la isla. Ése es mi retrato. Deitada a carón do mar, alá ao lonxe... Ese é o camiño. Del dragón a la biblioteca. De la biblioteca al mar. A paso rápido, a paso lento. A brochetazos. Un rato sólo, otro en compañía. El camino. Irse para volver. O Camiño. Miraidon. Quen mira e quen acompaña. Quen outorga posibilidades. De entrar e saír. De dentro e de fóra. Nin o gran final nin o inicio de cero. O camiño. Quero para sempre á miña ill

Glaciar a dos voces

 Entre la mochila y la sábana, hay movimiento.

Retrato de Fuera hacia Dentro

Buenos Aires. Una calle concurrida en Palermo. Los coches pasan sin parar, recordándonos que la ciudad no es nuestra, que no nos pertenece Buenos Aires. Una tarde lluviosa de jueves. Los truenos acechando en la esquina de cada minuto. Una invitación a permanecer en el departamento a lo largo de esta jornada. El cielo recordándonos que nos encontramos a su capricho y que, efectivamente, la ciudad no nos pertenece. Buenos Aires. El edificio que visito a lo largo de los días. También me pregunto si este edificio me pertenece. Las paredes húmedas permanecen en silencio, las sillas vacías desconocen la respuesta. Buenos Aires. Mi amiga Patri escribe con entereza y dedicación, María trata las palabras con la misma dulzura con la que se acerca a nosotras. Jacobo escribe en un lenguaje que a veces no entiendo, pero que comprendo de alguna manera que no consigo historiar. De ellos si que no tengo duda; me pertenencen. Me pregunto si les ocurrirá lo mismo. Si les atraviesa esa misma certeza de p

2023. Crónica de unos pendientes

Dudaba entre si llamarlo Crónica o Clínica. La crónica es pública, en abierto. Se recogen los detalles, los actores, el suceso. Siempre a toro pasado. La Clínica, sin embargo, es íntima, a puerta cerrada. La clínica no tiene fin, porque siempre se reactualiza, se renombra, se dan nuevos cambios, se traslada. La clínica no dispone de grandes titulares, se asienta en lo cotidiano. Y es ahí, en esa cotidianidad, donde ocurre la magia. El caso es que la crónica de este año se resume en unos pendientes. No unos cualquiera, claro; los que están en mis orejas. Primero en la izquierda, luego en la derecha. Empezó como idea tímida, un probar, un ver-qué-pasa. Un acto de pacto inscrito sobre el cuerpo y firmado con la misma piel que me envuelve. Porque los pendientes, como el cambio, implican una perforación de lo existente. Que no eliminación, ni destrucción. Perforación. Un tanto incómoda. En el lugar adecuado. Abrir paso, que corra el aire. Salir de fórmulas ya sobreactuadas. Empezó, como dec

Los tiempos de las personas

Después de terminar mi rotación por CSM he transitado un tiempo de muchos cambios. Llevo meses queriendo escribir algo; sobre el ecuador de la residencia, sobre la marejada que me ha sobrevenido, sobre como pese a tanto vaivén me he ido encontrando cada vez mejor. Y sin embargo no ha sido hasta hoy, hasta ahora, que me he podido parar en frente del ordenador y sentarme a escribir estas palabras. Podría hablar acerca del paso a R3, de mi situación, de las teorías que he aprendido, de las rotaciones en las que he estado. Pero hoy quiero hablar sobre los tiempos de las personas. Y hablo de personas, en plural, incluyéndome a mi, a la gente que me rodea, a las personas que atiendo, a quien me lea.  Creo que en estos dos años que llevo en Alcalá mi gran aprendizaje ha sido adquirir un profundo respeto por los tiempos de cada persona. No ha sido una ocurrencia propia, sino que me ha venido dado gracias a la gente con la que comparto mi quehacer cotidiano. Y, por supuesto, que ha llegado a su

Puerto de Madrid: 21 meses en el Centro de Salud Mental

Dicen que en los puertos se condensa la vida de toda una ciudad. Desde primera hora de la madrugada hasta bien entrada la noche, la vitalidad de sus gentes inunda todo el ambiente y, como la sal en las rocas, se adentra en el corazón hasta del viajero más desmoralizado. Los puertos son, a la vez, un lugar eterno y un espacio de constante tránsito. Pese a las llegadas, las despedidas, las tormentas y las mareas, el puerto permanece como un bastión perenne cuyo espíritu alienta a quien parte a un destino incierto y acoge a quien retorna buscando cobijo tras un largo viaje. Puedo decir que he tenido la fortuna de conocer un puerto muy especial. Y digo especial porque se trata de un puerto sin mar. Aún recuerdo mi confusión al llegar. Ingenuamente, me preguntaba qué narices podría aprender alguien sobre navegación en un lugar tan alejado del océano. Sin embargo, con el paso de los meses, he podido entender por qué la suerte me trajo a un sitio tan particular. Y es que en este puerto, como